Ya casi forma parte de la sabiduría popular canina eso de que es mejor evitar los castigos en la educación y la convivencia, pero pese a ello, muchos compañeros humanos, y por supuesto “profesionales” del sector canino, siguen empleándolos de manera indiscriminada con los perros.
¿Qué efectos puede tener el castigo? ¿Por qué es mejor evitarlos? Vamos a verlo.
Con el tiempo se ha tendido a priorizar el empleo de refuerzos por encima de los castigos; de hecho, el propio Skinner padre del conductismo, señalaba que la búsqueda de alternativas al castigo es un indicio de civilización. Se busca evitar el uso de castigos no por que estos no funcionen, que lo hacen, al menos a corto plazo; sino porque su uso conlleva una serie de efectos que no son deseables.
Hay bastante investigación acerca de las consecuencias negativas asociadas al empleo de los castigos, que se pueden resumir en las siguientes:
-el castigo genera una serie de respuestas emocionales negativas en quien lo recibe, por ejemplo, miedo, rabia, ansiedad, acumulo de estrés…
-interfiere en la calidad de la relación entre el castigador y el castigado, lo cual acaba haciendo que el castigado, el perro, no quiera ver al castigador o le temerá.
-se puede producir lo que se conoce como “sustitución de la respuesta”, esto es, que la conducta castigada se sustituye por otra igualmente indeseable.
-a veces puede incluso producir un incremento de la respuesta castigada o una disminución en otras que si son positivas.
Por estos motivos actualmente se prefiere evitar el empleo de castigo en pro de otras técnicas de conducta basadas en el refuerzo o en la extinción.
Pero ojo, todas estas consecuencias no se limitan, como podría parecer, al empleo de los castigos, sino a cualquier tipo de castigo, como, por ejemplo, la retirada de privilegios, material de paseo inadecuado, no escucharlos, encerrarlos, tirones de correa, no respetar su tiempo y espacio…este tipo de castigos tampoco se libran de algunos problemas: no suelen guardar relación con la conducta que se pretende corregir, no son contingentes, esto es que no se aplican inmediatamente después de la conducta, y no requieren realmente un esfuerzo por parte del perro. Por ejemplo, ¿que tendrá que ver que el perro quiera olfatear algo con un tirón de correa? ¿reñirle al perro si nos está pidiendo moverse de esa terraza de bar?
Pero además el tipo de castigo que se aplique, otro problema es la frecuencia con la que se utilizan. Porque cuando se hace en exceso, pierde fuerza y los perros se hacen insensibles a este. La de humanos que acuden a servicios de educación canina diciendo “hemos usado de todo, parece que le da igual”. Y es que a veces parece que el fin del castigo sea “fastidiar al perro para que aprenda”, ya sea en forma de dolor físico o emocional, como si el valor educativo dependiera del grado en el que el perro sufre. Por eso los humanos a veces llegan a ridiculizar o humillar a los perros con el objetivo de que “aprendan”. Y si, es verdad que aprenden, pero quizá no lo que los humanos quieren: este tipo de medidas lo que promueven es el miedo, frustración y ansiedad, esto no lleva precisamente a querer aprender o “portarse bien”.
Otro problema del castigo, en muchas ocasiones, es algo improvisado que se hace en caliente, por lo que en muchas ocasiones se reduce a una situación en la que los humanos se enfadan, pierden los papeles, gritan a sus perros y les aplican una consecuencia desproporcionada e impulsiva, a modo de pequeña venganza. Y todos sabemos que cuando se hacen las cosas en caliente no se hacen de la mejor forma, con lo que muchas veces esas medidas exageradas al final no se mantienen, con lo que además los humanos pierden credibilidad y confianza. Esto puede alimentar en el perro la idea de “da igual lo que haga, y da igual lo que el humano diga”. Y eso tampoco es bueno.
Por lo tanto, si entendemos el castigo en estos términos, como un método que parece destinado a fastidiar al perro para que aprenda, desproporcionado, que no guarda relación con la conducta que queremos cambiar, que se improvisa…entonces además de ser éticamente cuestionable el pretender lograr las cosas mediante amenazas, es que ni siquiera es útil desde el punto de vista educativo. Porque al final los perros lo único que acaban aprendiendo es como llevar a cabo las conductas que queremos corregir sin ser descubiertos para evitar esos castigos, pero no llegan a aprender los motivos que hay tras la desaprobación de sus padres, ni el modo correcto de comportarse.
Premios y castigos no son el camino ideal. El camino es realizar una educación constructiva basada en valores.
Con Olfato, veras el mundo como lo ve tu perro.
Manu García.
Los castigos vistos de primera mano, generan miedo, estrés, hasta agresividad…..
En el mundo «», me han dicho ante una actitud de mi perra de reactividad: y no la castigas?
No, ni doy explicaciones.
Aún en la actualidad se ve el castigo como algo muy natural, si el perro hace algo mal «» sin saber, que son actitudes de perros.
Ej: el perro q va a la basura, el perro lo ve como comidaaaa;
castigo, no! Guarda la basura!
Exacto el sentido común es el mejor aliado. Gracias por comentar.